jueves, 19 de enero de 2012

Lloro de impotencia, de ver como cada día me derrumbo más, y todo a mi alrededor empeora.
Soy feliz con que sólo algo me vaya un poco mejor de lo normal, pero qué va, de un día a otro todo vuelve a ser como antes, a lo que yo llamo "la normalidad" porque para mi el no ser feliz nunca, es normal.
Miras a tu alrededor y ves como sonríen, son felices, están contentos con su vida, con sus logros, con ellos mismos y luego te miras a ti, y te preguntas ¿qué ha pasado bueno en mi vida?, ¿qué momentos felices he tenido?, o ¿qué méritos he hecho para estar orgullosa de mi misma?, y nada, no encuentras ninguna respuesta.
En la familia, por ciertos problemas todo empezó a cambiar, perdi muchísimas oportunidades, o mejor dichos sueños por dedicarme a las personas que más quiero en esta vida.
En el amor, son todo problemas, malentendidos sin arreglar, y orgullo, mucho orgullo de por medio. Es un quiero, pero no debo.
He conocido a varias personas, algunas chicos, y suelen decir lo típico de: el físico no importa y que las cicatrices de mi cuerpo son señal de alegría por haber sobrevivido a una enfermedad. Sí, pero nadie lo sabe hasta que lo lleva para toda la vida. Y es cierto, como leí en un blog: tú no eres la talla de tu pantalón, o la anchura de tus muslos... pero la verdad es que aunque no lo seamos, la pura realidad es que en esta sociedad es lo que importa. Nadie se preocupa al verte en saber cómo eres, en tus sentimientos, en tus ilusiones y sueños... Esta es la verdadera sociedad que tenemos, queramos o no.
En definitiva, la vida me da hostias, por todos lados, cada día, continuamente tropiezo y llega un momento, un límite, que no está muy lejos por cierto, en el que te hartas de todo y lo mandas todo a la mierda porque ya ni tienes fuerzas, ni ilusiones de vivir, ni positividad, ni mierdas. La positividad no sirve de absolutamente nada cuando toda tu vida es monótona y llena de obstáculos, por eso prefiero ser realista.



No hay comentarios:

Publicar un comentario